miércoles, 30 de octubre de 2013

Velada libanesa, la magia de los sentidos

La hospitalidad de una libanesa se mide por lo que ofrece en su mesa. El sentido de la hospitalidad y de la educación son cualidades tradicionales del pueblo libanés. La mayoría de los libaneses se distinguen por la extraordinaria manera en la que atienden a sus invitados. Si se tiene la suerte de participar en una comida en una casa libanesa, además de la exquisitez de los platos, se advertirá que la comida puede durar horas.


Una deliciosa velada libanesa, un marco cálido, íntimo, estirando el tiempo para que dure el placer. Un arte de vivir y disfrutar en cuerpo, mente y alma; placeres que se aprecian a través de los sentidos.
Mi cocina es tan copiosa como atractiva, una gastronomía que seduce por los sentidos. Sabores sutiles y generosos, cocina del sol y del corazón, hecha de exquisitez y elegancia, es la expresión de todo un arte de vivir. Mis manjares siempre incluyen ingredientes que definen a un pueblo, su cultura e idiosincrasia, los imprescindibles en mi mesa libanesa: especias, sémola, quesos, ghee, pepino, yogur, frutos secos, sésamo, hierbabuena, cilantro, albahaca, cordero… y, por supuesto, los mejores aceites, vinagres y olivas.
La puesta en escena en la mesa, es todo un ritual. Es común disponer la comida al estilo buffet con gran variedad de platos. Comenzamos con los Mezze, queso halloumi macerado en zaatar, olivas negras con aderezo casero, regados con Arak, licor destilado de uva con semillas de anís. Seguimos con el hummus de garbanzo, babaganoush de berenjena ahumada, los falafel, crujientes bocados vegetales, y ensaladas de yogur y de tabouleh. Damos paso al cordero y su guarnición de arroz con vermicelli y piñones dorados...y todo ello con un ligero pan de pita. Un ritmo pausado en el buffet, probar cada plato y conciliarse con sus sabores...estirar el tiempo para que dure el placer.
El postre se presenta con los deliciosos pastelitos dulces, baklava, aromatizados con agua de azahar, la halawa de sésamo y pistachos, té de menta y los dátiles como broche final. Todo colocado en perfecto orden y armonía. Siempre reservamos una última sorpresa, en esta ocasión, un licor casero de dátil y canela en rama que reparte más calor a la sobremesa.
El momento de servir el té, remata esta auténtica fiesta de la mesa libanesa. El mimo con el que se prepara, su color, la mezcla perfecta de aroma y sabor, maridaje de té y hierbabuena fresca, su dulzor, le otorgan protagonismo en la sobremesa. El arte de servir el té, escanciándolo, espumoso, invita a llenar una y otra vez las teteras y los vasos.
La magia de la noche se funde con la energía del tarot, a la luz de las velas, al aroma del incienso, los invitados se entregan a la tarotisa que acompaña la velada. Pashminas cálidas ondean al viento y atemperan nuestras almas al compás del llamador de viento que tintinea, discreto, música de fondo.
Shisha o narguileh con tabacos de frutas naturales ponen color, aroma y sabor....compartir de principio a fin, risas, sonrisas, abrazos, miradas, el calor de las personas cierran una velada mágica que nos ha hecho viajar a otra cultura, a otro país, alimentan nuestra esencia. Un mundo y un paladar sin fronteras.
El reconocimiento de amigos de corazón y de los recién llegados a mi vida, una vez más, me llena de satisfacción y me impulsa a seguir este delicioso camino que nos hace disfrutar a todos. Mi esencia deja huella y eso me hace brillar en la sombra, soy una especia que aporta distinción a un plato, a una velada, sin cobrar protagonismo.
Dar es un derecho, un privilegio para esta gastrónoma.
Millones de gracias a todos y no olvidéis poner especias en vuestra vida.